Persepolis


Persépolis, la más esplendorosa capital del antiguo Imperio Persa fue destruida en tiempos de Alejandro Magno en el año 330 a. C. por razones que aún se desconocen. Lo único cierto es que la causa de la destrucción fue un voraz incendio que consumió casi toda la ciudad.Para muchos historiadores, este incendio fue el principio del fin de uno de los pueblos más prósperos de la Antigüedad, los persas, que en más de una ocasión desafiaron el gran poderío militar e intelectual que ostentó Grecia durante siglos.
Darío I el Grande, rey de Persia en el año 512 a. C., estuvo obsesionado durante mucho tiempo con la idea construir un inmenso complejo palaciego que, una vez estuviese en pie, pasaría a ser la nueva capital del Imperio persa.
Sin embargo, no podía tratarse de cualquier ciudad. Debía ser una capital majestuosa, la más grande y poderosa que todos los pueblos del Asia meridional hubiesen visto hasta ese momento, una ciudad que se diferenciara de otras capitales como Susa, Ecbatana o la propia Babilona. Fue así como cobró forma el proyecto de Persépolis.
En un principio, Persépolis se levantó sobre una terraza de 12 metros de altura, que se localizaba en medio de la formación rocosa de Kuh-e-Rahmat y bajo las ruinas de una antigua ciudad llamada Uvadaicaya.
El proyecto resultó tan ambicioso que el propio Darío pronto fue consciente de que no llegaría a verlo terminado. Fueron su hijo Jerjes I y su nieto Artajerjes I quienes dieron continuidad a la idea original y levantaron la gran capital.
Se construyó una gran puerta de entrada y un muro de 14 metros que circundó el área interna del complejo. Muy cerca de allí se añadió la famosa apadana, una sala donde tenían lugar las audiencias públicas, que constaba de 72 columnas de 25 metros de altura cada una, así como la escalera de Persépolis, uno de sus principales símbolos.
El complejo, que se terminó en el año 424 a. C., rápidamente se consolidó como el símbolo del poderío persa y albergó las instituciones administrativas más importantes del imperio. Tras su caída ante los griegos, la ciudad decayó progresivamente hasta que en el siglo III d. C. ya solo quedaban sus ruinas.



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